jueves, 31 de marzo de 2011

De lentejuelas...


Tumbada en la cama del revés. La cabeza en los pies y los pies, en alto, apoyados en la pared. Me gustaba estar así, era algo que hacía cada sábado por la mañana después de desayunar. Abría la ventana, cogía las revistas de esa semana y allí estaba durante horas, leyendo, pintándome las uñas, imaginando cosas que sabía que no pasarían jamás. Y las horas pasaban, las 11, las 11.30, las 12... ¡Cómo me gustan las mañanas de los sábados! De pronto enciendo la radio, la música siempre es una buena compañera y en esas mañanas más que nunca. Paro un momento de mirar esa revista que habla de los trucos para pintarse los ojos y miro para ti. Todavía conservo aquella vieja foto que tu mismo colocaste en mi mesilla. “Para que no me eches nunca de menos en aquellas noches en las que no esté a tu lado” me dijiste el día que me la regalaste. Todavía no he sido capaz de quitarla, no sé si porque pienso que volverás o si porque no quiero que te vayas. Y junto a ella el teléfono, ese que nunca suena, excepto cuando no tiene que sonar. Y tu llamada que nunca llega. Un pequeño sentimiento de melancolía quiere invadir mi cabeza. Decido seguir con la revista: los tonos de este verano. Nuevamente concentrada. De pronto, la radio. Suena aquella vieja canción de Gloria Trevi con la que solía arreglarme para salir de fiesta en mis noches adolescentes. Vuelvo a dejar la revista y me quedo en silencio, tumbada en la cama, con la cabeza en los pies y los pies, el alto, apoyados en la pared. “Tu me hiciste sentir que no valía y mis lágrimas cayeron a tus pies”, otra vez la melancolía, pero esta vez era diferente, tan solo duró uno segundos pues pronto... “Y me solté el cabello, me vestí de reina, me puse tacones, me pinté y era bella...”. Me puse de pié en la cama y con un rodillo del pelo empecé a cantar con la ventana abierta y mirándome en el espejo. ¡Qué ganas de volver atrás! ¡De tener aquella ilusión del principio! Abrí mi armario y busqué aquel vestido tan bonito que estrenara por mi 18 cumpleaños, me decidí a probarlo y todavía me servía. Sentada frente el tocador me solté mi larga melena que tanto me había crecido en los últimos meses y me pinté un poco la cara utilizando los nuevos trucos que aparecían en la revista que acababa de leer. Quedaba lo más importante, los tacones, esos que a veces nos desesperan pero que otras veces nos hacen sentir seguras de nosotras mismas. Después, me acerqué a la mesilla y cogí tu foto, me di cuenta de que no la necesitaba, cogí mi bolso, salí de casa y la tiré en el contenedor que hay junto al portal deseando no volver a verla nunca. Sin duda, esa era una noche “de lentejuelas”.


Leticia Quintás

2 comentarios:

  1. Alaaaaaa! Eso sí que es hablar! Muy buen dicho! A tomar la vida por montera. Un beso

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  2. MARAVILLOSOOOO!!!!!!!!!!!!

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